La alfabetización y el mito de la alfabetización: De Platón a Freire (1996) J. P. Gee.

jueves, mayo 05, 2011

Gee, J. P. (1996). Literacy: from Plato to Freire. En Social linguistics and literacies. Ideology in discourses (pp. 27-48). Londres: The Falmer Press.

Foco de lectura

La conservación de mitos en torno a la cultura escrita han llevado a proclamar una “crisis de la alfabetización”, con raíces históricas que enmarcan problemas sociales. En base a ello el texto despliega las falencias de la escolarización y la manera en que estas instituciones de enseñanza hacen rico al rico y más pobre al pobre.

Texto
Esta “crisis de alfabetización” es en realidad una “crisis de la escolaridad”: el problema no radica en la decodificación de textos, sino en el para qué; la manera de realizar cosas con las lecturas, trabajarlas en un proceso de comprensión (Conecto esto  la desalfabetización de la escuela, la banalidad de la escritura y su indiscriminado uso sin una función clara; Tolchinsky & Simó). Gee plantea que el problema del éxito de algunos niños y el fracaso de otros radica en la desigualdad que la propia escuela enfatiza al “premiar” ciertas destrezas culturalmente específicas “que se inician en el hogar, en concreto que se encuentran con mayor frecuencias en los hogares de la mayoría” (p.39). Estas destrezas socialmente condecoradas son, por supuesto, aquellas que la sociedad de élite posee: aquellas obtenidas mediante prácticas sociales comunes a los estratos más educados.

Históricamente, las escuelas han fracasado con las poblaciones que no pertenecen a las élites y, en consecuencia, han replicado la jerarquía social. Esto ha hecho que gran número de personas de los grupos socioeconómicos inferiores y de los minoritarios realicen los trabajos de menor categoría y menos satisfactorios de la sociedad, al tiempo que ocupan una posición desde la que no pueden plantear a las élites unas exigencias políticas o económicas serias (p.40)

Y el círculo vicioso se estructura así: una persona que no sea capaz de insertarse en la cultura escrita continuará siendo ajeno a ella. El conocimiento le estará vedado por la misma escuela, agente que debería ser capaz de insertarlo y no excluirle de ella, y –en torno a la relación que Gee establece con la crítica de Platón- el orden perpetuado continuará siendo la de un conocimiento restringido a determinados grupos sociales que han de determinar qué leer y cómo leer (p.46).

El primer planteamiento de Platón –que se contrapone al segundo que he explicitado anteriormente-, tiene que ver ciertos aspectos liberadores de la escritura, en cuanto a un conocimiento que dialoga y cuestiona a otros. Esta alfabetización emancipadora inserta los planteamientos de Paulo Freire: “la alfabetización solo potencia a personas cuando las transforma en cuestionadoras activas de la realidad social que las rodea” (p.52), es decir, un saber pensar por medio de la lecto-escritura (que claramente se lograría en base a buenos métodos de alfabetización escolar, lo que nos devuelve al inicio del ciclo).

“La alfabetización ha de tener alguna relación con el hecho de ser capaz de leer algo[…], un texto de algún tipo. Para leer con sentido diferentes tipos de textos hacen falta distintos tipos de conocimientos previos y se necesitan destrezas diferentes” (p.55).
Finalmente, lo político hace su aparición: ¿cómo se adquiere esta capacidad de leer ciertos tipos de textos de determinadas maneras? Gee responde que la única manera consiste en “sumergirse como miembro de una práctica social” (p.56), y estas prácticas sociales (las prácticas letradas que existen solo en eventos mediados por textos escritos) marcan determinados ambientes sociales en los que cada persona se desenvuelve: la marca política se ostenta en estratos sociales y en textos que, en realidad, no liberan, sino que hacen pensar al sujeto dentro de un grupo. “La alfabetización es intrínsecamente política, en el sentido que implica relaciones de poder entre las personas” (p.37)

Valoración
¿Es posible cambiar (aunque fuese mínimamente) el orden social que las mismas escuelas afianzan en mantener tal si fuere un orden jerárquico medieval? Y en caso de que sí se pudiese lograr un cambio, ¿no llevaría esto a dar vueltas en el mismo ciclo al ascender rumbo a las clases privilegiadas, dejando atrás a otro cúmulo de personas que no podrán hacerlo? Es un imposible pensar que todos aquellos que han sido excluidos puedan ser insertados, ¿cuál sería, entonces, una buena forma de proceder ante este dilema?

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